Terminator es el mejor ejemplo de la Máquina

El monstruo de James Cameron captura lo inhumano del arquetipo.

I’ll Be Back por Don Sniegowski, en Flickr.

El T-800 modelo 101 de la película The Terminator (1984), es fuerte, durable, incansable, implacable y nunca titubea o se desvía de su misión de asesinar a Sarah Connor, encapsulando las características esenciales del arquetipo de la Máquina.

La película demuestra la narrativa estándar de la Máquina: los pobres humanos huyen, toman su tiempo para prepararse, planear y descansar porque solo con extremo cuidado, el trabajo en equipo y el sacrificio lograrán derrotar al implacable monstruo. 

En el desenlace, Kyle Reese da su vida para causarle daño catastrófico al Terminator con una bomba, lo que le permite a Sarah huir y aplastarlo en una prensa hidráulica, demostrando las virtudes de sacrificio y solidaridad que usualmente son necesarias para vencer a la Máquina.

Al principio, nos puede parecer que el Terminator incluye el arquetipo del impostor, pero la película no se preocupa por perpetuar el engaño de su humanidad y nos deja saber bastante temprano que es una máquina debajo de esa piel orgánica. La cámara desenfatiza su disfraz y se deleita en mostrar su transformación, durabilidad y potencia.

La segunda película coquetea con el arquetipo de la Creación con el personaje de Miles Dyson, pero nunca puede llevar el concepto a cabalidad ya que Dyson no es el creador soberbio que juega con el orden natural de las cosas, sino un ingenuo ingeniero que está muy emocionado respecto a descifrar y recrear la avanzada tecnología que el primer terminator dejó atrás cuanto fue destruído.

Si al pensar en el arquetipo de la Máquina, la primera imagen que viene a la mente es el chasis metálico y esquelético del T-800, no es por falta imaginación o conocimiento de ciencia ficción, sino porque realmente es el icono indiscutible del arquetipo, tanto su impactante diseño visual como la narrativa de la cual proviene.

La Máquina

Imagen: I’ll be back, Don Sniegowski de Flickr.

Miedo:

Las máquinas que hemos creado para ayudar con nuestras labores se caracterizan por ser incansables, precisas, rápidas, eficientes y carentes de emociones. Estas características, cada una, reflejan faltas tan comunes entre nosotros que se han convertido en la precisa evidencia de nuestra humanidad. Nos cansamos, erramos, nos toma tiempo aprender a hacer algo con naturalidad y sentimos. Por eso vemos las máquinas como inhumanas y desalmadas. Se pensaría entonces que el miedo debe ser sobre lo inhumanas y despiadadas que son las máquinas. No, ese miedo lo codifica el Otro. ¿Quizás sea que son la consecuencia de nuestras propias ambiciones y faltas? No. Esa es la Creación. ¿Que nos pueden lastimar y no podemos hacer nada al respecto? Tampoco, esa es la Mole.

El miedo que nos causa la Máquina es muy simple, pero tan escondido, que se ha clasificado más por sus manifestaciones que por su esencia. Se le llama celos, envidia, resentimiento, complejo, rivalidad y varios nombres además.

Es el miedo de nuestra inferioridad. 

Lo que sentimos cuando sabemos, o siquiera sospechamos, que no somos suficientes y otros son mejores. Cuando nos atrae alguien “fuera de nuestra liga”. Cuando nos aterroriza que alguien pueda satisfacer sexualmente a nuestra pareja con mayor plenitud que nosotros. Cuando alguien es más inteligente o puede hacer un mejor trabajo. Cuando nuestros hijos llegan a la plenitud de su juventud y no nos necesitan, sino que nos toleran pacientemente como anticuados estorbos. 

Le tenemos tanto terror a ser inferiores porque esto implica una conclusión nacida de la naturaleza hiperbólica y desmatizada de nuestro discurso actual: si somos inferiores somos irrelevantes. Ser irrelevante, a su vez, es ser olvidable y el olvido es la verdadera muerte. 

Algunas personas incluso prefieren dejar su marca en el mundo como villanos en lugar de ser olvidados, y utilizan cualquier artimaña para perseguir la relevancia y la vigencia. Este es el comportamiento básico del narcisista, que hace lo que sea para apaciguar el apetito por la validación que sufre su voraz ego. De hecho, lo que llamamos coloquialmente el ego es un constructo completamente dedicado a asegurarnos de nuestra propia importancia, y cuando se ve amenazado, los humanos son capaces de hacer lo que sea para restaurar su supuesto lugar en el mundo y aniquilar la amenaza.

Este miedo es particularmente importante por la escala del daño que nos ha causado a través de la historia. Se han comenzado guerras, traiciones, sabotaje e incluso campañas presidenciales solo para apaciguar el ego de alguien con demasiado poder. Debido a que los hombres históricamente han tenido más poder, la mujer ha sufrido en particular: la misoginia, las violaciones, la violencia, el acoso, la mutilación getinal, las desfiguraciones, el tráfico, el discrimen y la esclavitud tienen su génesis en el hecho de que, de la mujer ser igual al hombre, podría  escoger  libremente entre ellos a su pareja sexual y encarar a sus “pretendientes” con la amarga verdad de su inferioridad a otros hombres e incluso a ella misma. Para el ego del rechazado, esto es evidencia incontrovertible de que es inferior, y el resentimiento que esto genera engendra atrocidades. El patriarcado existe para evitar este intolerable escenario, en esencia es el ego colectivo de una sociedad controlada por hombres. Para la manifestación más novedosa, patética y descarada de estos sentimientos se puede examinar el concepto de la píldora negra en la comunidad incel (célibes involuntarios).

Este miedo ha llevado a la trampa, la guerra, la violencia, el asesinato y el suicidio. Tuerce los pensamientos y destruye vidas. Tengan cuidado. La inferioridad debe ser un llamado a la superación, no a la desesperanza. 

Descripción:

La Máquina es eficiente, fuerte, durable, incansable e implacable. No cambia de parecer ni se desvía. Su diseño refleja esta potencia y rigidez con metales, plásticos, cablería, pistones y luces. No tiende a ser particularmente rápida, sino pesada y difícil de detener, permitiendo que su víctima pueda huir, pero resaltando el cansancio y los tropezones del pobre humano. Aunque su eficiencia nos haría pensar que su modus operandi preferido serían los proyectiles dirigidos por computadora, esto es menos común que utilizar su fuerza y durabilidad. Típicamente sus víctimas parecen haber sufrido algún tipo de accidente industrial: aplastados, sangrantes y retorcidos por una fuerza inhumana. Casi todas las Máquinas muestran un grado de inteligencia, pero esta puede variar entre un aparato programado hasta un superintelecto artificial. 

Narrativas: 

El miedo a la inferioridad incrementa con la experiencia, la edad y el nivel  de honestidad con la que podemos autoevaluarnos. Cuando somos jóvenes, las Máquinas son algo “cool” que podemos ver en pantalla, pero según decaemos, cuando nos impacta la facilidad y vitalidad con la que se mueven los demás en comparación con nosotros, la Máquina se vuelve un recuerdo de nuestra fragilidad y decaimiento, y por consecuencia, de nuestra muerte. Ya que este miedo es tan espeluznante, la mayoría de las narrativas de este arquetipo en verdad no tratan de aplastarnos con el impacto total de nuestra inferioridad, sino que tratan de proveer un mensaje sanador: la confianza total en sus propias capacidades es la debilidad de la Máquina. Al igual que con la gente joven, el desconocimiento de sus límites y debilidades les lleva a caer en circunstancias en las que alguien con una conciencia mayor de sus propias faltas no caería. 

De hecho, los métodos de vencer a la Máquina típicamente requieren conocimiento, precaución y prudencia, las cuales son características desarrolladas con la experiencia. El conocimiento sobre el funcionamiento del monstruo puede ser provisto por una figura experta o descifrado de encuentros previos, lo cual requiere la observación. Usualmente, el plan deriva en la destrucción total de la Máquina o su desactivación a través de una intervención que no afectaría a un ser humano: reprogramación, un pulso electromagnético, destrucción de un terminal central, etc. Es la naturaleza misma de la Máquina, que es la fuente de su superioridad, la que permite su destrucción. En este caso, el miedo pasa a segundo plano y la narrativa busca impartir paciencia, determinación y esperanza respecto a nuestras propias fallas. Es por esto que es mucho más común ver historias de Máquinas en narrativas de ciencia ficción, acción o suspenso que en el género del horror.

Se debe señalar que las narrativas de las Máquinas no siempre tomaron esta forma. Antes de los escritos del celebrado autor Isaac Asimov, la mayoría de los robots en ciencia ficción eran robots asesinos que mataban gente inocente o raptaban mujeres y eran básicamente intercambiables con extraterrestres, momias u hombres pescado. Asimov cambió la naturaleza de las narrativas centradas en robots al crear las tres leyes de la robótica:

  1. Un robot no puede lastimar a un ser humano o, por falta de acción, permitir que un ser humano sea lastimado.
  2. Un robot tiene que obedecer las órdenes provistas por un ser humano, exceptuando cualquier orden que conflija con la Primera Ley.
  3. Un robot tiene que proteger su propia existencia siempre que dicha protección no conflija con la Primera o Segunda Ley.

Las leyes cambiaron como se escribían las historias sobre robots e influenciaron mucha de la ciencia ficción subsiguiente. El rol de los robots y otras máquinas adquirió mucha más sutileza y hoy día es uno de los subgéneros más fértiles de la ciencia ficción. Por consecuencia, las Máquinas interactúan frecuentemente con otros arquetipos, como el Impostor, en cuyo caso tienen una apariencia humana superficial pero ninguna de nuestras debilidades o la Creación, en la cual la narrativa describe la soberbia de su creador junto con la inferioridad de sus víctimas.

Ejemplos:

Cyberdyne Systems T-800 model 101, Terminator de James Cameron.

Al ser el ejemplo más icónico de la Máquina que existe, le tengo que dar su merecido lugar y será detallado en su propio artículo.

Nestor 10, Little Lost Robot (1947) Isaac Asimov

Nestor es un robot que debido a una orden descuidada de su jefe y una modificación de la Primera Ley, se esconde entre 62 robots idénticos a él. La modificación le permitiría lastimar a un ser humano en  las circunstancias correctas. Encontrarlo antes de que pueda escapar se convierte en una batalla mental entre Nestor y Susan Calvin, la roboticista estelar de I, Robot, una colección de historias cortas escritas por Asimov. Recomiendo la antología a cualquiera, pero he aquí un resumen.

Rollo, Virtuoso (1953) by Herbert Goldstone

Rollo es un mayordomo robot al servicio de un viejo pianista que le enseña al robot a tocar el piano cuando éste exhibe curiosidad respecto al instrumento. Esa misma noche el viejo maestro presencia al robot tocar Appassionato de Beethoven de forma perfecta y llora abiertamente. A la mañana siguiente Rollo se niega a tocar el piano de nuevo a pesar de que el pianista quiere revelar su virtuosidad al mundo. Este cita su habilidad de rehusar cualquier orden que lastime a su dueño y el hecho de que le vio llorar. Concluye: “Para mí es fácil, sí… no se supone que sea fácil”. Virtuoso.