Pinhead y los Cenobites desafían la clasificación

Los icónicos monstruos de Clive Barker retan los límites de la Creación.

Imagen propiedad de Clive Barker.

Pinhead y los cenobitas, los demonios inmortales sadomasoquistas de Hellraiser, son el resultado de las acciones de sus víctimas y, por lo tanto, tenemos que clasificarlos como Creación, a pesar de que, en la narrativa, no son creados por sus víctimas, sino llamados.

La “Configuración del Lamento”, un rompecabezas cúbico que debe ser resuelto con el deseo de experimentar los placeres y experiencias más raros del mundo, es el método que aquellos que buscan estas sensaciones extremas utilizan, muchas veces sin saber lo que les espera, para llamar a los cenobitas.

La creación nos hace pensar por supuesto en Frankenstein, pero no es necesario ser el literal creador del monstruo para que este sea la consecuencia de nuestras acciones, un genio liberado por la avaricia, un demonio invocado por la venganza y, por supuesto, los cenobitas llamados por la lujuria y el exceso son todos ejemplos de la Creación.

Los cenobitas, quienes consideran que el dolor y el placer son intercambiables cuando se llevan a los extremos, declaran ser consecuencias ellos mismos en la segunda película, cuando Pinhead se niega a atacar a una niña que abre la Configuración porque fue usada por dos adultos que querían observarlos. Se llevan a los adultos.

El diseño de los cenobitas también refuerza la búsqueda deliberada de sensaciones extremas: tienen mutilaciones y modificaciones corporales que serían extremadamente dolorosas para un ser humano y, al aparecer, se comportan más como guías de una excursión a los límites de la experiencia que como depredadores.

En un mundo dedicado a arrebatarnos toda felicidad y aplastar nuestra energía y juventud bajo una montaña de realidad, todos podemos identificar momentos en que hemos perseguido el placer y la experiencia enajenante sobre la precaución y la mesura. Los cenobitas son seres que dedican su existencia a lo que nosotros consideramos una falla.

Lamentablemente, como la mayoría de las franquicias de horror de los ochenta, mientras mayor la secuela más se alejan las películas de los consecuentes temas originales, convirtiendo a Pinhead de un maestro del dolor por contrato en un barato matón sobrenatural. 

En los círculos del horror es conocimiento común que el actor que representa a Pinhead, Doug Bradley, dio mucho de sí para el personaje e improvisó varias de las líneas más memorables de la franquicia, y deseo despedirme con una de mis favoritas: “¿Me veo yo como alguien a quien le importa lo que Dios piensa?”