En búsqueda del miedo

Foto cortesía de Pixabay

Existen un número incontable de narrativas que buscan asustarnos. Los cuentos de los hermanos Grimm, el infierno, el cuco, las historias de fogata y todas las películas de horror. Ya sea para nuestra edificación, entretenimiento o subyugación, estas narrativas encuentran a su audiencia y fascinan a muchos. 

Tengo que admitir que el horror me fascina. Busco historias que me aterroricen o por lo menos que me incomoden. Me gusta caminar por el pasillo oscuro de mi casa después de ver una película particularmente efectiva y preocuparme por lo que pueda habitar la oscuridad. H. P. Lovecraft, Stephen King, Junji Ito, Robert E. Howard son algunos de mis autores favoritos. Crecí en los 80, la época dorada de las películas de horror. La primera película que vi en el cine fue Gremlins. Entiendo de forma muy personal las ganas de  buscar el miedo, por lo quizás se puede dudar de mi aseveración de que hay muchas personas que comparten mi fascinación.

Sin embargo, las películas de horror son el género más rentable de todos. El retorno de inversión es la clave. Debido a que ofuscar efectos en la oscuridad es una técnica válida, el mercadeo de boca en boca  es viable y la tolerancia de la audiencia para valores de producción flojos es alta, las películas de horror tienen un nivel de inversión bajo en comparación con otros géneros. He aquí algunos enlaces sobre la rentabilidad del género:

Profitability of Horror Movies by Ayush Manjunath.

Horror Movies Make More Profit – Here’s Why by Michael Kennedy.

Horror Movies Cost Very Little to Make and They Make a LOT of Money by Alex Huntsberger.

Ok, muchos de nosotros queremos estar asustados, pero ¿por qué? 

Si me permiten ofrecer una hipótesis, diría que se debe a lo distante que vivimos del miedo verdadero. Muchos de nosotros no experimentamos el miedo mortal. Ciertamente todos los millennials conocen íntimamente el miedo existencial, habiendo heredado todas las consecuencias del neoliberalismo, la crisis climática, la disparidad económica más marcada en la historia, una pandemia global, etc. Pero, ¿el miedo mortal? ¿El miedo de morir en los próximos minutos? No. Los afortunados que vivimos cobijados por la ley y la tecnología no experimentamos este tipo de miedo comúnmente. 

Sin embargo, podemos cucar a la parca cual si fuera un animal de zoológico a través de nuestras pantallas. Podemos tener miedo del asesino, el vampiro o el zombi con la promesa de que todo acabará pronto y sin daño alguno. Al igual que una montaña rusa, podemos experimentar una sensación ajena a la cotidianidad que permea nuestra existencia y probar el dulce sabor de una vida recién arrebatada de las fauces de la muerte sin en realidad arriesgar el pellejo. El terror se ha convertido, debido al poder que tenemos sobre nuestro ambiente, en un lujo del primer mundo. En fin, una narrativa de horror es una pequeña aventura con garantía de retorno. ¿Qué experiencia puede ser más catártica que esa?

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Autor: Pedro E. Rodriguez Agosto

Profesor de arte tridimensional en la Universidad del Sagrado Corazón.

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